El secuestro del padre de Luis Díaz y la decisión del EMC de suspender su diálogo amenazan seriamente el proyecto de paz total del presidente
Gustavo Petro tiene en la cabeza una paz total, absoluta, sin homicidios ni secuestros, desde que siendo un guerrillero optó por dejar las armas y buscar por la vía de la democracia los cambios que han de transformar el país. Eso significa erradicar los grupos armados ilegales y remediar las causas de la violencia. Llevar allá, donde todavía se libra una guerra de baja intensidad, carreteras, universidades, el fin de las fumigaciones a los cultivos de coca; eso también es la paz total. Desde que fue nombrado presidente la puso encima de la mesa como una de las máximas prioridades de su Gobierno, por no decir la que más. “Vengo de un país de belleza ensangrentada”, dijo en la ONU, donde pronunció el mejor discurso que ha dado hasta la fecha. En boca de Petro, al que le gusta provocar emociones con su retórica ―a veces excesiva―, hay que convertir a Colombia en “una potencia mundial de la vida”. Lo convertiría en un líder mundial, acabar con la tradición de la muerte en una nación que lleva 60 años envuelta en conflictos, superpuestos unos a otros.
Sin embargo, los deseos del presidente colisionan ahora mismo con la realidad. Las negociaciones abiertas de manera simultánea con dos grupos no terminan de cuajar, lo que le está provocando verdaderos dolores de cabeza. El ELN, guerrilla con la que lleva 11 meses en conversaciones, mantiene secuestrado desde hace una semana al padre de Luis Díaz, la estrella de la selección colombiana de fútbol y uno de los personajes públicos más queridos del país. El repudio ha sido inmediato y ha llevado a mucha gente a preguntarse si el grupo armado tiene verdaderas intenciones de lograr un acuerdo de paz. Ya han dicho que han iniciado el proceso para liberarlo, pero pasan los días y no se concreta, pese a que el Gobierno exigió que fuese “inmediato”. Con esa parsimonia que ha sido una constante durante todo el diálogo, la guerrilla le echa un pulso a Petro, que ha verbalizado en más de una ocasión que le desespera la lentitud con la que obra el ELN.
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