La deuda externa y una adversa situación económica global dificultan que los países africanos reencaucen sus economías. El trabajo conjunto con la comunidad mundial es una de las soluciones para erradicar la pobreza del continente
Si la pandemia de la covid-19 demostró nuestra interdependencia e hiperconectividad, la guerra de Rusia en Ucrania y sus consecuencias económicas dejaron aún más claro que no hay países ni regiones capaces de funcionar aisladamente: todos estamos integrados —políticamente, y por vínculos comerciales y de inversión— en la economía mundial. Debido al aumento de conciencia al respecto, los responsables de las políticas en todo el mundo están repensando los enfoques para el desarrollo sostenible y examinando nuevamente el papel de los bancos multilaterales de desarrollo (BMD). Esas instituciones todavía son, por supuesto, relevantes, pero se puede discutir si en su forma actual están en condiciones de cumplir su cometido.
Para determinar la mejor manera en que los BMD pueden apoyar a los países en desarrollo, consideremos las dificultades que enfrentó Nigeria mientras me desempeñé como ministra de Finanzas, presupuesto y planificación nacional, entre 2019 y este año. Durante la pandemia, un mayor número de nuestros ciudadanos se vieron empujados a la pobreza y nuestra economía se tambaleó. El derrumbe de las cadenas mundiales de aprovisionamiento hizo que el precio del petróleo crudo —nuestro producto de exportación más importante—, se desplomara, y llevó a la mayor economía africana a una recesión. La economía se recuperó después de una serie de reformas, pero la guerra de Rusia en Ucrania ahora nos enfrenta a la subida de los precios de los alimentos, el petróleo y los fertilizantes.
Reseña El País