Lo primero que pierde un país sin banco central es el tener una política monetaria soberana individual. Es decir, no puede fijar los tipos de interés, ni el tipo de cambio contra monedas internacionales. No puede imprimir dinero ni financiar el gasto público del Estado
Lo primero que pierde un país sin banco central es el tener una política monetaria soberana individual. Es decir, no puede fijar los tipos de interés, ni el tipo de cambio contra monedas internacionales. No puede imprimir dinero ni financiar el gasto público del Estado
La institución se ocupa además de supervisar a los bancos comerciales y de los medios de pago pues es el encargado de regular el sistema financiero para que sea sólido y confiable. Y suya es también la potestad de administrar las reservas internacionales.
Su rol es importante porque afecta a las finanzas del país y al valor de la moneda nacional.
Por eso, si un país decide sustituir su moneda nacional por una moneda extranjera —como Panamá con el dólar o Mónaco con el euro— las principales competencias de un banco central dejan de tener sentido.
Eso significa que una economía dolarizada dependerá de las decisiones que tome la Reserva Federal de Estados Unidos y una que funciona con el euro está sujeta al Banco Central Europeo.
El beneficio para los territorios que toman prestada la política monetaria de otra divisa es que eliminan la incertidumbre del tipo de cambio por lo que exportan sus productos en los mercados internacionales de forma más fácil.
“Siendo países tan pequeños, el comercio internacional es muy importante para su economía. Para ellos el beneficio de no tener incertidumbre en el tipo de cambio es mucho más amplio que cualquier beneficio de controlar la economía doméstica a través de la política monetaria”, dijo Omar Rachedi, profesor titular del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad en Esade.
Labores imprescindibles
Pero “incluso en los países dolarizados todavía se necesita una autoridad de control, como por ejemplo en Panamá. No hay un banco central oficial, pero hay una autoridad de supervisión financiera que se encarga de vigilar a los bancos comerciales y de las regulaciones macroprudenciales”, explica Eileen Gavin, analista del equipo financiero de Verisk Maplecroft, a BBC Mundo.
Rachedi recuerda que para que una economía siga funcionando hay labores que alguien tiene que seguir haciendo.
“Puede llevarla a cabo el banco central o un organismo que lo sustituya como podría ser el Ministerio de Economía. Se puede llegar a eliminar el organismo, pero no eliminar todas las tareas”, asegura.
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Y es que el objetivo de casi todos los bancos centrales del mundo es el de preservar el valor de la moneda propia y mantener un nivel bajo de inflación.
A grandes rasgos, es un organismo que se encarga de pisar el freno de una economía recalentada cuando hay inflación subiendo los tipos de interés o de reactivar la economía cuando se enfría haciendo justo lo contrario: bajando las tasas. Unos tipos bajos permiten a empresas y ciudadanos acceder a crédito para comprar cosas.
Sucedió durante la pandemia de covid y los bancos centrales de México, Perú, Brasil o Chile se ganaron el respeto internacional por su manejo de las subidas tipos de interés anticipándose a los problemas que estaban por venir.
Son consideradas instituciones profesionales e independientes de los gobiernos, algo que atrae a los inversores extranjeros al generar confianza y estabilidad.
Reservas internacionales
“Si un país no tiene banco central, el organismo supervisor que lo sustituye tiene que velar por la liquidez del país y las reservas internacionales, que bajo un esquema de dolarización es absolutamente crítico porque así es como se garantiza la estabilidad”, afirma Gavin.
“Las reservas internacionales son realmente la última línea de defensa de una economía”, dice.
Y las de Argentina están y han estado en el límite desde hace años. Porque para protegerlas, “los bancos centrales deben ser independientes del gobierno, lo que a menudo no pasa en Latinoamérica”, cree la analista.
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“El banco central no debería existir”, escribía Milei en una columna para el prestigioso semanario The Economist.
“En los últimos 20 años, los políticos del país y sus titiriteros, que se benefician del status quo, han robado miles de millones de dólares a los argentinos trabajadores a través de la inflación. Estimamos que, solo en el último año, los políticos han robado más de 5% del PIB del país al devaluar el peso”.
Milei argumenta que la falta de independencia del banco central y su disposición a imprimir pesos para financiar los programas de gasto de los sucesivos gobiernos es lo que ha disparado los precios.
La institución es, a su juicio, la culpable de que Argentina vaya a acabar el año con una inflación prevista de 180%.
Lo que a principios de 2023 costaba 200 pesos, acabará el año con una etiqueta en el supermercado de 560.
Enfoque radical
“Eliminar el banco central es esencial. No hay futuro para Argentina con el peso. Ya sabes cuál es mi posición en esta lucha épica”, sentencia Milei en el artículo.
Para muchos este es un enfoque radical para resolver los problemas económicos del país.
“Argentina está pensando en exportar su autoridad monetaria desde Buenos Aires a Washington, en vez de pensar en cómo reformar la ley para hacer que el banco central sea totalmente independiente de la política”, dice Rachedi.
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